En casa viven muchos monstruos, pero muchos, muchos. Así, como os lo cuento. Creo que cuando llega uno nuevo, le encanta encontrar a sus amigos y hacer cuchipandi con ellos. Lo empiezo a sospechar. Y claro, es que los hacemos en plastilina de la que se seca sola, y los vamos guardando todos en una cajita. Ya os he hablado de esta plasti por ejemplo, cuando hicimos la familia Peppa Pig, o estas chapas chulísimas para ir super guapos.
Y ahora niños, estad bien atentos, porque os voy a contar la historia de estos monstruitos tan simpáticos. Y de cómo si os gustan, también podrán estar en vuestra casa dentro de bien poquito. Desde que era muy pequeñita, a Bombón1 le gustaba muchísimo jugar con plastilina. A Bombón1 le encantaba hacer sobre todo, dos cosas: chapas, y monstruos. Con dos años, se le pasaba el tiempo volando apilando pegotitos de plastilina. Hizo muchos peces como el de la foto, con la ayuda de un mayor. Sólo necesitaba una bolita para empezar. A partir de ahí, amontonar pegotes de colores encima, era cosa de ella. Un toque final de mamá para poner los ojos, y ¡tachaaaán!… ¡listo! Ese primer pez acabó en casa de los abuelos. Todavía está allí, en un sitio de honor. Aunque creo que está un poco sólo y que quiere amigos. Lo vamos a tener que arreglar, ¿no creéis?
Hace unos días preparamos un grupito nuevo de amigos monstruosos para enseñároslo por aquí.
Es genial hacer monstruos, porque casi cualquier combinación de formas y colores nos sirve, si al final los terminamos con un par de ojitos… ¡o con uno sólo! Son divertidos, ¿verdad? Pero queridos niños, estos monstruos de plastilina ahí donde los veis, no son feroces, ni asustan, son sin embargo, unos supervivientes. Y es que si veis que alguno está arrugado de más, tiene su explicación. Cuando estaban terminados y secando tranquilamente encima de una mesa, Bombón2 los descubrió y se puso a jugar con ellos haciéndolos trocitos. No fue por maldad, no vayáis a pensar mal. Es que es su forma de jugar con la plastilina porque es muy pequeña. ¡Sólo tiene un año! Menos mal que los monstruos son monstruos, y pueden rehacerse casi de cualquier forma. Así que pegamos una parte por aquí, otra por allá, y listo. Problema solucionado. Os podéis imaginar que desde ese momento, nos anduvimos con mil ojos con ellos.
Estos son Gota (de Barrigota) y Mono. Mono fue el nombre que le dio Bombón2 al monstruito gris. Le llamaba Moooono, lo cogía con mucho cuidado, y torcía su cabecita cuando lo hacía. Así que pensamos que ese al menos se lo podríamos dejar para que jugase, sin miedo a que lo dejase en dos piezas como a sus amigos. Bueno, pues no lo destrozó, pero ¿imagináis que pasó? Sólo cinco minutos, sólo cinco, después de dejárselo en su manita, hizo canasta con él en un vaso de cerveza. Sí, sí… ¡de cerveza!. ¡De la de los mayores! Menos mal que le sacamos enseguida de ahí. Eso sí, creo que pasó muy mala noche después el pobre.
Así que ya sabéis, los monstruos son alegres, de colores (¿os acordáis de los monstruos monstruosos? ¡también eran de colores!), amigos de los niños, les gusta jugar. Son geniales. Pero por las cosas que les pasan a veces en las casas, tienen miedo de nosotros los humanos. Pero mucho, mucho miedo. Porque no les gusta que les hagan trocitos, ni que los aplasten, ni que los bañen en cerveza. Por eso intentan siempre que no les veamos y se esconden en lo primero que pillan, aunque sean unas cuantas hojas de ensalada.
Ahora decidme, ¿vais a animaros a hacer algún monstruo en casa? Creo sinceramente que deberíais, porque no hay derecho a que los pobres vivan siempre con miedo y escondidos. De momento, si os ha gustado esta actividad, dale al +1 que tenéis aquí abajo, y compartid el post en todas vuestras redes sociales para que los monstruos dejen de tener que vivir escondidos. Me encanta pedir, lo sé. Pero no os lo toméis a mal, y sobre todo contadme que os pareció el post, que unas palabritas comentando sí que me hacen una ilusión tremenda.