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¡Imaginación al poder!

imageMe paso los días leyendo curiosidades sobre los bebés y niños pequeños. Leer, leer y leer. Creo que dentro de poco tendré que ir a que me gradúen la vista. Y al final, realmente no sé para qué tanto, cuando tengo toda esa información metida en casa.

Hace exactamente dos días leí que la imaginación de los niños de tres años está muchísimo más desarrollada que la de los niños más pequeños. Con esta edad no se les pasa ni un detalle, y pueden imaginar cosas que nos cueste creer que han salido de sus cabecitas.

Doy fe de ello. No me remontaré a hace no muchos días para ilustrarlo. Os he hablado en mi último post de Dabadum, ¿verdad? Bien, pues uno de los talleres en los que participó Bombón1 estaba organizado por una compañía que presentaba un jabón para niños muy chulo, la verdad. O al menos eso me pareció el día de la feria, porque ahora tengo sentimientos encontrados respecto al mismo. El jabón en cuestión se puede modelar como si fuese plastilina y huele muy pero que muy bien. Así que cuando lo vimos, allá que fue Bombón1, muy dispuesta a seguir todas las indicaciones que le diesen para traerse a casa un par de pastillitas de jabón con forma de corazón monísimas. Esa misma noche ya dejaron de ser corazones para convertirse en una pelota sin forma muy definida. Bueno lo usamos, nos lavamos bien las manitas antes de irnos a la cama, y se quedó en la jabonera del lavabo. Olía taaan bien, nada me hacía sospechar lo que me había traído de la feria en realidad.

Había sido un día muy intenso. Nos fuimos a la cama a dormir a pierna suelta… o al menos a intentarlo. Como siempre, Bombón1 fue la primera en salir de la cama (sí, sí, como siempre. Una historia que ya os contaré en otro post). Un poquito más tarde preparamos el desayuno, y al ir acercándome al salón lo volví a oler. Que jaboncitos más chulos, y que bien olían. Era el ambiente perfecto para desayunar con calma un día de fiesta. No os imagináis, repito, no os imagináis mi cara al entrar en el salón. Había miguitas de jabón pequeñas, pequeñísimas, diminutas, por todas partes. En el suelo, en los muebles, y en su trona. Me alegro muchísimo de haberme contenido y haber preguntado antes de decir nada más. Así me pude enterar de que lo que a mí me parecía el mayor desastre que podía padecer un día de fiesta antes de desayunar, era en realidad un camino de polvo de hadas estratégicamente colocado para indicarle a Campanilla cómo llegar a nuestra casa (las últimas miguitas estaban esparcidas encima de su trona, que no estaba donde siempre, si no arrimada con precisión a la ventana para que la entrada de Campanilla fuese más sencilla).

Lógicamente, teníamos que recoger aquello. Como Campanilla no había venido, a Bombón1 no le importó demasiado hacerlo. Me dio un poco de pena que Campanilla no viniese, porque tengo clarísimo que pocas veces habrá tenido a su disposición un polvo de hadas tan real e indicaciones tan buenas sobre cómo llegar a su destino.

Con todo recogido, me fui a buscar a Bombón2 que aún estaba en su cuna, para que desayunase. Olía muy bien, olía al jabón de la feria. Toda ella. Sus manos, su cabecita… ¡Pero ella había estado todo el tiempo en la cuna! Enseguida empecé a pensar en la conexión que podría haber con la historia de Campanilla. Lo siento, pero por más que indagué, no pude sacar nada en claro.

Decía el artículo que leí que es justo ahora cuando empiezan a desarrollar esta imaginación tan fantástica. Así qué habrá más historias, ¡seguro!. Merecerá la pena no perder los nervios por el camino y pararse a preguntar.

¡Fijo que vosotros tenéis unas cuantas, os invito a compartirlas, seguro que lo pasamos fenomenal!
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